Café París, una taza cargada de desilusión...
Después de varios días de espera por fin hoy fui a conocer el famoso Café París, del que tanto había escuchado y que por fuera se ve muy bien. Lamentablemente se queda en eso, en lo que uno ve por fuera, porque desde el servicio hasta la carta dejan mucho que desear. Mala experiencia y, por sobretodo, desilusionante.
Comencemos por el servicio: La anfitriona estaba en cualquier lugar menos donde debía estar, esto es en la puerta, recibiendo a los clientes y ubicándolos en las mesas, y no que estos a tientas (por la poca luz) se sentaran donde podían. Luego 4 meseros distintos (uno detrás de otro!) se acercaron a mi mesa a tomar el pedido. Puedo entender que la desorganización se deba a lo nuevo del lugar, y gracias a esto el servicio aún no logra desarrollarse con fluidez y de forma organizada. Pero lo que no puedo perdonar es lo que sigue. Una vez que me entregaron la carta comenzó el desencanto, ya que si nos referimos a “la carta” como objeto, debo decir que es bastante fea y demasiado tradicional (demasiado!) que no va con la estética del lugar, además está llena de fotos de casi todos los platos, y por si fuera poco, aparecían unas latas enormes de uno de sus auspiciadores, lo que me pareció de muy mal gusto (creo que existen formas más sutiles de incluir auspiciadores). Para ahondar aún más en mi desilusión, el contenido de la carta: demasiado amplia, y como dice el refrán “el que mucho abarca, poco aprieta” y debo decir que esta vez no es la excepción. A pesar de la variedad no tenían casi nada para ofrecer, y aún peor, tuvieron la mala idea de excusarse con “se nos acabó todo ayer”, mal, muy mal comienzo. Aunque la carta completa hubiese estado a disposición no encontré nada que captara mi interés, pues al parecer optaron por la variedad de productos más que por la calidad y dedicación a estos. Me pareció poco innovadora, demasiado “fome” para mi gusto, poco novedosa, poco arriesgada, pues la pastelería es la ultra trillada que se encuentra en cualquier café de Chile ( el típico mil hojas manjar y 3 leches, entre otros) y los sándwiches también dejan mucho que desear (ave palta, ave pimiento, sellados, etc.).
Ya que estaba ahí y me había dado cuenta que había perdido mi viaje y, más aún, debía volver a casa con mi decepción a cuestas, quise al menos mitigar esta mala experiencia con una taza de té, pensando que ésta podría devolverme, al menos por un instante, la perdida ilusión. Mala opción, pues fue aún peor. Ordené un “Té Inglés” y me llegó una taza de té cargado! No había bolsa, ni tetera, ni nada! Junto a mi taza (una vez más poco innovadora, pues la vajilla es demasiado corriente) un envase vacío, rasgado, de donde debo suponer venía la bolsa de té con que se "ensañaron" en cargar mi taza! Nada nuevo, sólo el concepto y quedó ahí, en la intención y nada más. Una lástima, porque la inversión daba para mucho más.