Zully, imperdible
Ir al Zully es toda una experiencia. Comenzando por la ubicación, porque la calle Concha y Toro es realmente algo que uno no se espera. Luego, entrar a una casona de 3 pisos, con escaleras con velas y pétalos de rosas le da un ambiente romántico total.
Una vez adentro hay distintos salones, todos con su nombre y estilo propio, pero si van en parejas, les darán un salón pequeño con mesas preparadas para dos personas, con luz tenue y altas sillas rojas. Si desean, y lo recomiendo, pidan una visita a la casa, para que les muestren los salones, la terraza y la cava de vinos, que tiene algunas mesas para cenar de manera más íntima aún.
Dejando de lado el maravilloso entorno que lograron con la decoración e iluminación, comenzamos con la crítica gastronómica propiamente tal. De aperitivo tomamos un “Amor de verano” hecho con Vodka de frambuesas, frutillas y albahaca, y un “Green Bonsai” hecho de Vodka vainilla con manzanas… una delicia los dos tragos. Nos llevaron unos panes deliciosos y una especie de galletas de anís, todo muy bueno. De entrada compartimos un trío de tártaros en masa filo, lo cual compartimos. Era de locos, atún y centolla, cada uno acompañado con una salsa específica. Deliciosas combinaciones.
Como plato de fondo escogimos un filete de res grillada en costra de pepas de ají con puré de piñones, y yo un lomo vetado ahumado en costra de sésamo, sobre papas hilo con cebolla y crema. El tamaño del plato fue inesperadamente abundante. De la calidad… ni hablar. Perfectas las combinaciones. También venían con alguna salsa entre decorativa y acompañamiento, en mi caso, era de ají cacho de cabra con miel. El plato de fondo lo acompañamos con una copa de vino tinto, Cabernet Sauvignon. Quizás acá el único punto negativo: tienen una gran carta de vinos, pero como no queríamos tanto, pedimos solo por copas, y solamente tenían UNA opción de Cabernet por copa. No era mala, pero creo que podría haber al menos dos.
La buena experiencia en la entrada y el plato de fondo nos llevaron a pedir un postre. Pedimos el Zully. Era una especie de brownie de chocolate caliente, con salsa de chocolate, acompañado de helado de vainilla, que con seguridad era hecho por ellos, crema chantilly y berries… y en un tamaño gigante. Realmente una delicia, que por suerte pedimos para compartir porque el tamaño nuevamente fue inesperadamente grande. Esto acompañado de unos café expreso bien preparados.
La cuenta no fue menor… salió alrededor de $53.000 (éramos dos personas), pero la verdad, valió la pena cada peso gastado. Incluso el dueño nos despidió en la puerta, con gran amabilidad.