Olán: se le subieron los humos
Desde que nació esta pequeña picada he sido clienta habitual. Desde que tenían pocas mesas, no los conocía nadie y su dueña, Celeste Onofre, era amable con los parroquianos mientras conversaba sentada en la mesa del barcito. Pero ahora que el lugar tiene una nueva cede, que les ha ido bien y se han hecho medianamente conocidos, la atención deja muchísimo que desear. No está a la altura de su comida, ni de la calidez del local original.
Fui el otro día con mi marido al nuevo restaurant que está en Seminario, ese de mantel largo. No había mesa a las 21.30 horas. Comprensible. Pero lo que es impresentable es el mal trato que se le da a los consumidores, hacia aquellos que corrimos la voz en los primeros días del local para que lo fueran a visitar y a probar.
Éramos los primeros en la lista de espera, pero nadie nos dio un numerito para asegurarnos el turno. Fuimos afuera a tomar un poco de aire fresco (el lugar estaba lleno) y cuando volvimos, otro grupo de personas tenía en sus manos el número "1", en circunstancias de que el recepcionista nos había visto entrar antes, la dueña nos había saludado, etc. "Tenga el número 2. Es el ticket que le corresponde", dijo el tipo de la caja. Por supuesto, no estábamos dispuestos a esperar una hora por una mesa, más, sabiendo que habíamos llegado primero y que los mozos habían hecho la vista gorda. Nos fuimos.
Es una pena que la inoperancia del servicio, léase mozos, esté menoscavando la buena fama que gozaba este lugar. Esa noche, Olán no sólo perdió dos clientes, principal capital de un sitio así, sino que perdió su esencia: el agrado de sentarse a comer platos ricos y de disfrutar una velada bien atendida. Pero ya tengo una nueva picada: "El ají seco". Está en el centro, en la calle San Antonio y se come por 2 lucas con una estupendísima atención.