Amorío Insulzo
Conocía el segundo piso del Amorío (Constitución 181) pero aún no había probado la cocina del primer piso. Decidimos ir a cenar el Viernes para salir de la curiosidad.
Hay estacionamiento privado para clientes del local bajo sistema de valet parking ($3.000). Esto no deja de ser cómodo considerando las dificultades para encontrar estacionamiento los fin de semana en el Barrio Bellavista.
No habíamos hecho reserva pero no hubo problemas en ubicarnos en una mesa para dos, al lado del ventanal. Brut espumante y Kir Royal de aperitivos ($2.900 y $3.600 respectivamente) buenos y servidos en bonitas copas modernas. No hubo appetizers, ni pan, ni mantequilla, ni nada de cortesía; cuestión menor, pero considerando la costumbre más o menos universal de entretener al comensal con algo para picar antes de las entradas nos pareció curioso, por decir lo menos.
Pasamos rápidamente a pedir las entradas, no sin antes hacerle la observación al mozo de que los parlantes para la música ambiente hacían un ruido desagradable. Este comentario fue respondido con un insólito el ruido se produce cuando hay alguien en el computador (!). En fin, Carpaccio de pulpo agridulce, con aceitunas y toques cítricos ($4.700) rico pero - a mi modo de ver - el agridulce no va bien con lo ácido; y (por sugerencia del mozo) Ceviche de culto, con camarones, calamares y merluza ($4.900) servido en un copón donde, literalmente, nadaban los productos en un líquido exageradamente ácido, haciendo absolutamente indistinguible el resto de los ingredientes. No vi ni un sólo calamar y creo que conté 5 camarones. Tanto para el carpaccio como para el ceviche sirvieron trozos de pan francés crujiente, lo que permitió aliviar el plato de limón con productos del mar.
Pedimos mantequilla y algo más del pan francés: seguimos esperando que lleguen. Al igual que la reposición del cenicero. Sólo tenían un tipo de vino por copa; así que nos decidimos por un Sauvignon Blanc ($2.900 por copa).
De fondo, Mahi-Mahi acompañado de Fetuccini con champiñones y verduras ($7.900), el Mahi-Mahi pasado de cocción y duro, y en una porción indignamente pequeña, era casi un sashimi de Mahi-Mahi cocido; los fetuccini aceptables pero nada especial. El otro fondo, Fetuccini con camarones, calamares, albahaca, tomates pera y queso de cabra ($7.800). El plato es realmente una vergüenza. La albahaca no era fresca, sino de esa típica albahaca seca de condimento; un par de tomates baby partidos por la mitad y una suerte de crema insípida que supusimos que era el queso de cabra. ¿Calamares? Sólo lo que sale escrito en la carta, gracias. ¿Camarones? Algunos y del tamaño de una uña, gracias también. ¿Parmesano? sin comentarios.
Se respondió de buena manera a nuestra petición de comer los postres en el segundo piso. Curiosamente no había mucha gente por lo que nos ubicaron rápidamente. Pedimos un Volcán de chocolate con helado de manjar ($3.900) muy bueno; y un Tres Leches con Berries ($3.900) donde lo único de berries era el color de una capa gelatinosa arriba del tres leches. Otro Kir Royal y un Etiqueta Roja ($4.500) de bajativos.
Creo que el Amorío trata de ser más que lo que es realmente. Alguno de los platos - particularmente el Ceviche y los Fetuccini - eran de frentón malos. La atención rápida pero descuidada y los productos de segundo nivel. Personalmente jamás recomendaría su cocina, sobre todo considerando que uno está pagando precios que bien podría valer una cena en un restaurante de verdad.