Amigos de LBV, espero disfruten una crónica de una picada escondida de Santiago, El Quinto Patio. En La Chimba, donde el tiempo transcurre más lento y todo huele a historia.

\tEl corazón del antiguo barrio de la Chimba es la Vega; Un lugar simplementefascinante, un imperdible de Santiago. Una expresión medieval del comercio,tradicional en un sentido profundo, pero amenazada por la desconfianza ymalestar de las autoridades. Es un espacio espontáneo, efectivamente como pocosen Santiago de Chile; un espacio con una dimensión pública omnipresente.
La Vega es unmercado abundante y barato, ajeno a las sofisticaciones de la post-modernidad, unlugar todavía a escala humana, conmensurable. Eso, hasta el ocaso. Desde ahí esterritorio de los choros,aquellos que de mañana son pacíficos rotos y de noche, en una ley más propia,viven su dimensión alterna en plenitud. En convivencia con putas marchitas,simples borrachines y delincuentes. Aunque cada vez menos, en retirada por lavoluntad de la autoridad, en primera instancia, del progreso en segunda. Un progresodesde cuya perspectiva se vuelve intolerable un lugar tan feo, desordenado yhediondo como la Vegay sus alrededores, con gentes “maltrechas” que no se ajustan al canon de unpaís que aspira a la quimera del desarrollo.

Los “Torrejas del Mapocho” (según suspropias palabras). Amigos fieles del Quinto Patio. En efecto, esta foto fue tomada a laentrada del bar el sábado a las 11.00 de la mañana. Todos, sin excepción, están ya ebrios y sedirigen a celebrar el triunfo de Colo al Quinto Patio.
Dentro de este fascinante lugar que es la Vega, hay un rincón especial. Un pasillo a otraépoca, un lugar de encuentro de las más selectas estirpes veguinas: El Quinto Patio, unrestaurante-schopería-picá típico del sector, una taberna enquistada en elcorazón de la Vega;receptora de cargadores y pionetas durante el día y... otras gentesmás fantásticas al caer la noche.
El Quinto Patio es en realidad una antigua casa convertida en taberna. Operadesde hace aproximadamente unos treinta años y básicamente no ha sufridograndes transformaciones. Podría decirse que la Historia Universalle ha pasado por el costado. Posiblemente el único daño que le haya producidoel paso del tiempo se reduzca a las grietas del último terremoto, las delanterior y la cirrosis de sus amigos. El resto: mesas, meseros, baños, barra,sigue prácticamente igual. En él ha habido toda clase de sucesos de índoleveguina, las más renombradas bataholas y por supuesto un par de apuñalamientos.Es un bar no apto para cardíacos ni pusilánimes. Un antro orgulloso que tieneclientela asegurada.
El día comienza temprano, alrededor de las diez de la mañana con los primerosvisitantes que han finalizado la labor de acarreo de cajas en la Vega. (Como los amigos de lafoto). Allí se toma la clásica “malta con huevo”, “navegao”, “pipeño”,“borgoña”, “pilsen”, por supuesto el vino “tinteli” y la chicha. Nada del otromundo, todo pura tradición. Hay platos caseros como tallarines con boloñesa,merluza frita con ensalada chilena o agregados varios, cazuela de ave y vaca,papas fritas, churrascos y completos. Una selecta muestra de lo más típico denuestra tradición culinaria. Los almuerzos comienzan al mediodía y duran hastalas cuatro de la tarde. Luego solamente hay comida-fusión: completos, papasfritas y churrascos. Lo que queda del día es para beber, hasta,aproximadamente, las dos de la mañana.
Ciertamente que el Quinto Patio es un lugar simbólicamente lejano para elvisitante. Con otros códigos, otro idioma distinto del castellano: es otracultura respecto no sólo de la que es posible encontrar en otras clasessociales más acomodadas -como le dicen los siúticos de hoy en día-,sino posiblemente fuera de un contexto tan peculiar como este. Quizás en la Vega Lo Valledor haya algoparecido, o bien en las caletas de pescadores de puertos añejos. Pero enSantiago, es algo único o bien compartido con pocos otros barrios.
A fin de cuentas uno queda con la imagen de que éste no es otro que un lugar deencuentro de los choros, los veguinosiniciados, curtidos en el mundo de las tabernas que huelen mal, donde se tomavino malo, pilsen y no cerveza, y pisco solo cuando hay plata. No es un lugarpara turistas, esquivo a los trabajos académicos. Punto de encuentro entre lostrabajadores de madrugada que buscan calmar la sed, alegrarse en el alcohol yla amistad, la camaradería. Saber que merecen un buen trago cuando estánalegres o lo necesitan en la tristeza. Con una botella curvilínea de formasfemeninas, pero que sin mezquindad alguna esta siempre presta a calmar las (bajas)pasiones, sin pedir nada a cambio.
Así es el Quinto Patio, no apto para forasteros.
Gonzalo Rojas A.