Este fin de semana largo nos arrancamos al Cajón del Maipo, y nuestra primera visita culinaria fue Le Petit France, pues habíamos leído algunos artículos, incluyendo la Revista del Domingo de un par de semanas atrás diciendo que era uno de los mejores restaurantes de la zona. Pues bien, a las 12:00 hrs. llamamos por teléfono para reservar para las 13:30 hrs, y sorpresa, era la última mesa que quedaba.
Llegando allá entramos a un lugar muy acogedor, casi sobrecargado de adornos (que de franceses no les encontré mucho) pero que nos hicieron sentir muy cómodos. El lugar estaba casi desocupado, cosa que no concordaba con lo de ser la última mesa. Al poco andar del tiempo sí nos dimos cuenta que era cierto… se llenó, y muchos tuvieron que irse por no haber reservado con anticipación.
Rápidamente una muy amable mesera nos pasó una hoja con las alternativas de menú, pues los fines de semana hay un menú fijo. Dentro de las alternativas de aperitivo estaba un Kirk Royal, jugo o pisco sour. Yo pedí el Kirk y mi pololo el pisco sour, bien preparado, cosa que no me esperaba.
Para la entrada pedí un mousse de palta con salmón y mi pololo un panqueque de pollo con champiñón. Ambas preparaciones sobre una cama de lechugas y rúcula. En general las dos de muy buen sabor, pero poco elaboradas. El mousse era más bien palta molida con salmón ahumado… me faltó más “mousse”.
De plato de fondo los dos escogimos el lomo liso con mil hojas de papas y ratatouille. Lo pedimos a punto, y a punto llegó, cosa que tampoco me esperaba pues siempre lo traen más cocido de lo que uno lo pide. Venía con una salsa que suponemos era de cebollin con vino tinto, muy buena. Pero la reina del plato fue la mil hojas de papas, muy finamente cortadas y con una crema con ajo deliciosa. Y el ratatouille no estaba nada mal, sobresalían mucho las berenjenas, lo cual agredecí pues es uno de mis vegetales favoritos. El plato de fondo podía ir acompañado de cerveza (Austral, Heineken o Royal), jugo o una copa de vino tinto (Frontera, de Concha y Toro). Y la copa fue servida abundantemente, otro detalle que no nos esperábamos.
Para finalizar, el postre. Había varias alternativas, yo escogí un Creme Brulée y mi pololo un kuchen de manzana con helado de vainilla. Los pedimos junto con el café expresso que también venía incluido. Mi creme brulée muy buena. El kuchen de manzana no estaba mal, y lo sirvieron tibio, tal como debe ser para acompañarlo con el helado.
En resumen, comimos bastante bien, y no por tanto dinero, pues el menú salía $13.500 por persona. Comida rica, bien preparada, sin embargo todavía no sé qué tenía de francesa, salvo por el Creme Brulée y por la música en francés que debo reconocer, sonó todo el tiempo. La atención muuuuuuy expedita, con meseras amables, si que en eso no hay nada que decir.
