Desafortunada experiencia en el Sukalde
Luego de leer comentarios muy prometedores y de buscar un lugar realmente especial para cenar con mi pololo, llamé este martes al Sukalde para reservar una mesa para dos personas a las 8:30 pm. Llegamos puntuales al lugar y de entrada, notamos algo raro en el ambiente, ya que irrumpimos en medio de una clase de cocina que tenía la mitad del lugar con las mesas desordenadas y al chef/dueño muy ocupado. No había anfitriona para recibirnos/ubicarnos/darnos explicaciones, por lo que estuvimos algunos minutos a la deriva hasta que un chico que estaba en la barra se percató de nuestra orfandad y nos dio alguna explicación y procedió a ubicarnos en cualquier parte. También de entrada, debo decir que el lugar no me gustó. No hay que confundir minimalismo con falta de imaginación/gusto. Entiendo que quizá el concepto de su dueño es privilegiar como protagonista la comida por sobre otros detalles, pero justamente descuidar estos otros detalles significa un desconocimiento de lo que una experiencia culinaria significa.
Al ser ubicados, solicitamos sentarnos en un rincón más agradable para nosostros (quedar más cerca y en mejor ubicación respecto de ese frío entorno), pero no se nos dio ninguna posibilidad de reacomodar una mesa mejor ubicada pero para más comensales, para sólo dos personas, algo irritante considerando que no había nadie (NADIE) más que nosotros y la gente de Gasco del curso de cocina en ese momento. Ya se, quizá esa mesa estaba reservada para un grupo más grande, pero tampoco hubo actitud de ok, trataré de encontrales una mejor acomodación, sino que fue más bien de es lo que hay, si les gusta, bien...
Continuando con los detalles desafortunados, nos atendió una chica que siendo muy agradable, nos brindó tres menús, dos de ellos de degustación, con pocas opciones y anunciando desde el comienzo que no había reineta ni tampoco el aperitivo estrella de la casa, una mezcla de pisco, frutillas y jengibre, porque se les habían acabado las FRUTILLAS (casi me ofrezco para írselas a comprar al Jumbo y así demostrar que hoy en día la obtención de aquel fruto no reviste mayor complicación que asegurarse de hacer una buena lista de compras). No he mencionado que no hay carta de aperitivos y que al ser consultada por ello, la mesera argumenta que se los sabe de memoria, a lo que respondo entonces cuéntanos..., a lo que sigue una cara de lata y el recitado respectivo, con el leve detalle que no sabe ningún precio de lo que acaba de mencionar...
A esas alturas, la frialdad del lugar, nuestra llegada con sensación de interrumpir algo, la mala ubicación, la no carta de aperitivos y lo escuálido del menú, hicieron que mi cara se alargara un metro, pero aún queriendo salvar la noche de esa especial ocasión a la que YO había invitado a mi pololo... cuando de pronto él luminosamente me dice sabes, no hay nada en la carta que realmente me llame la atención... por qué no nos vamos a otro lugar?
Al principio me dio una mezcla de pena y rebeldía; pena porque noté que él aún así reconocía mi esfuerzo por planear ese momento, pero rebeldía porque no quería dejar de probar la cocina tan alabada de este restaurante. Luego de un minuto de contrariedad, entendí que no tenía ningún sentido insistir en ese lugar por tosudez mía, sino que lo importante era compartir una linda noche juntos. También entendí que no tiene sentido un lugar con una excelente cocina si el conjunto de otros detalles no te anima siquiera a probarla.
Sin aspavientos, nos paramos de la mesa, nos despedimos de algún mozo que acertó con vernos en ese momento, y salimos con una sonrisa de liberación.
Nunca me había pasado ésto de reprobar un restaurante sin siquiera haber comido en él.