De Cangrejo a Conejo
Es uno de mis restaurantes preferidos; uno de los pocos 100% sólidos en mi experiencia, sin vaivenes ni inconsistencias en ningún sentido.
Hablar de su ambientación requiere capítulo a parte, por lo que sólo me concentraré esta vez en su cocina imbatible. He probado muchos de sus platos, invierno y verano, y todo siempre ha resultado delicioso (la terraza es lindísima y fresca en verano). Esta vez pedimos como entradas ostiones en queso roquefort y verduras asadas (+/- $5.000); éstas últimas (pimentón, berenjena, zapallitos y champiñones) venían en un rollo de masa filo y nadando en salsa de maracuyá con soya (creo); estaba tan tan rico que ni siquiera intenté robarle un ostión GIGANTE a mi partner, quien tampoco manifestó interés en distraerse de su plato (rarísimo), para acabarnos nuestras entradas sin prácticamente haber cruzado palabras durante la faena, de puro deleitados que estábamos. De fondo, un atún de Isla de Pascua y unos ravioles de espinaca rellenos con jaiba (promedio $7.500) cumplieron la dura misión de igualar e incluso superar a las entradas. De sueño. Para coronar estas gloriosas elecciones, un crumble de berries, fresco, dulce y ácido; realmente BUENO ($3.500 promedio).
Todo lo anterior acompañado de un William Cole Pinot Noir Alto Vuelo 2007 ($8.500) servido a temperatura precisa (no ridículamente frío como suelen servir los Pinot en demasiados restaurantes), que amenizó desde el comienzo junto a sabrosos panecillos calientes untados en un rico aceite de oliva con hierbas y merquén, y que fue acabado con deleite junto a la última cucharada de postre.
Atención pronta, cero problema para reacomodar una mesa a gusto nuestro, música agradable, buena carta de vinos (por botella y por copa) y un menú tan tentador en todas sus propuestas que hace muy difícil decidirse.
$37.000 antes de propina gastados constituyen un verdadero best-value de Santiago difícil de superar.