DANUBIO AZUL, COMO EN EL TITANIC
Quisiera compartir mi experiencia dominical en el Danubio Azul.
Al entrar, lejos quedó mi expectativa de pasar un almuerzo relajado, el lugar estaba repleto, el sonido ambiente de las conversaciones a penas dejaba ordenar y comunicarte con los garzones y garzonas.
Y hay detalles clave como insuficientes sillas para niños y hay tantas tantas mesas que no hay un espacio mínimo para que el personal y los clientes pasen. A esto se suma un siniestro espejo que duplica este gentío que da la sensación de estar en el Titanic a punto de hundirse. No es un espacio que acoja.
En cuanto a la comida, estaba bien (otro comensal comió un congrio envuelto en témpura muy sencillo y nada fritangoso), pero no hay espacio para las dudas o recomendaciones, si no se pide de inmediato es muy difícil que el mozo regrese a la mesa. El personal trabaja a un ritmo frenético en medio de este ruido ensordecedor. El personal se preocupa de anotar y despachar, eso es todo.
Más detalles...la carta es muy fea con unas fotos de los platos que dan ganas de salir corriendo del local.
Andrea.