Un fiasco en Bahía Inglesa

Escrito por: mariana381
F01 Ene 2010
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Hace poco se instaló en Bahía Inglesa un café bar cuyo nombre (creo) es House (de todos modos es imposible no reconocerlo: está frente al mar, en la misma avenida que el hotel Rocas de Bahía, justo al lado de una tienda en la que venden churros, y tiene enormes quitasoles amarillos de cerveza Corona). Fuimos a conocerlo y el veredicto es sencillamente malo. Si bien el local por dentro es moderno y bonito, en colores blanco y negro -aunque su fachada no tiene mucha personalidad pintada de blanco sin más, sin nombre, sino sólo un par de pizarras que anuncian promociones sin precio y los ya mencionados quitasoles amarillos-, la distribución al interior de él no es buena. Tiene dos pisos y una terraza en el segundo, pero la cocina está en un tercer piso y al parecer el café lo preparan en el primero: problema para los mozos.

La música era buena, al menos para mi gusto: jazz. Lo malo es que estaba bastante fuerte y dificultaba un poco la conversación. 

Llegamos en busca de una promoción que nos habían comentado y que habíamos visto anunciada hacía un par de días: café y sandiwch por algo más de $2000. Sin embargo, el día en que fuimos la promoción era válida sólo con té o chocolate caliente. 

Más allá de eso, lo verdaderamente malo fue la atención. Cuando llegamos (éramos cuatro personas) ya había una pareja con una niña pequeña esperando; sólo ella había recibido un jugo. Nosotros también tuvimos que esperar bastante. Tres de los comensales pedimos sandwiches de ave palta (donde el pollo era casi inexistente aunque la presentación en el plato era bonita), y todos pedimos algo de tomar: un café cortado, un chocolate caliente y dos capuccinos. Llegó todo luego de una espera considerable, menos los capuccinos; además de que primero nos entregaron los sandwiches y tuvimos que esperar por los cubiertos. El azúcar era en bolsitas (específicamente TRES bolsitas para dos personas) que tenían el logo de otro restaurante y no trajeron ningún otro tipo de endulzante. En la mesa tampoco había más servilletas que las que trajo el mozo con los cubiertos.

Mientras esperábamos que llegaran los capuccinos (pensando que ya vendrían), en la mesa del lado, la mujer le dijo al barman (que probaba todos los tragos que preparaba): "¡Parece que se olvidaron de nosotros!". Ya había pasado como media hora cuando les llevaron unos tragos. El mozo que nos había atendido a nosotros jamás volvió a mirarnos siquiera, así que nos costó llamarle la atención para preguntarle qué pasaba con nuestros cafés. Y él, en vez de disculparse por el olvido, dijo algo como: "Ahh, no lo tenía anotado" (Algo muy extraño, porque al confirmar el pedido con nosotros, había mencionado los dos capuccinos). Decidimos que los queríamos de todas formas, aunque ya nos habíamos comido los sandwiches, así que fue a buscarlos. Otra espera.

Al fin llegaron los mentados capuccinos y estaban demasiado cargados. Al traerlos, el mozo nos dejó muchas más bolsitas de azúcar y, esta vez, también un endulzante artifical. Mientras tanto, los de la mesa del lado seguían esperando la comida que habían pedido (creo que unas tablas).

Sin embargo, eso no era todo: cuando llegó la cuenta, nos encontramos que el precio de los cafés estaba cambiado. En la carta todos costaban $1000, excepto el cortado chico ($700), y nos habían cobrado $1200 aprox. por cada café. Si bien la diferencia no es mucha, es algo que no corresponde y menos aún con una atención deficiente y considerando que el mentado café fue lo que casi no llegó. Así que alegamos lo que correspondía en caja -ya que nuestro mozo, como dije, ni nos miraba y estaba atendiendo varias de las mesas del segundo piso-. La mujer de la caja se disculpó diciendo que la carta era de otro local (¿y dónde está la carta propia?) y por eso el precio en la cuenta era mayor, pero que respetaría los precios que exhibían, de modo que nos cobraron lo que correspondía a los valores que vimos en la carta. La cajera también explicó que el segundo piso estaba recién inaugurado (hacía unos tres días) y por eso no funcionaba muy bien... ¿Cuál es el sentido de comenzar las cosas a medias e ir arreglando por el camino, a costa de hacer pasar un mal rato a los clientes?

Cuando ya nos íbamos, los de la mesa del lado recibieron su comida; deben haber esperado como una hora. Sobra decir que no dejamos propina.

Así que para quienes veranean en Bahía Inglesa, Caldera o los alrededores, cuidado con este lugar nuevo. Yo a lo mejor voy de nuevo en dos años más a ver si ya mejoró, pero este verano ¡ni loca!

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Mariana

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